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A Shangay la conocemos a través de la televisión,
la radio y de sus novelas, como
esta última, "Machistófeles".
¿La comunicación
es una adiccción?
Me interesa
cualquier vertiente creativa.
La gente me conoce más
por televisión, por "Corazón",
"La noche prohibida"
y demás, pero lo que
siempre he buscado son los sitios
donde se pueda dar un discurso
más general, donde no
se tome la parte por el todo
y que permita un desarrollo
más interesante, porque
mis discursos suelen ser más
sofisticados y complicados que
una simple imagen. En televisión
me estaba encasillando demasiado
sólo en la imagen, y
eso no me interesa. Llevo tiempo
escribiendo porque me apasiona
la literatura y quizá
sea donde más desarrolle
mi ámbito creativo. es
algo más íntimo.
Soy gran lector y me parece
algo mágico, porque abre
la mente.
Si la
sociedad leyera más,
¿sería más
tolerante?
Leyendo se
paliarían muchos problemas.
En España, y en el resto
del mundo, no se lee casi nada.
Por si fuera poco, vivimos un
fenómeno editorial de
libros ligeros de famoseo y
de autoayuda, y la narrativa,
la puerta a la imaginación,
la libertad y la cultura, se
está cerrando.
En sus
obras quiere acabar con los
prejuicios contra los homosexuales.
En "Machistófeles"
retoma esa lucha, ¿queda
mucho por hacer?
El trabajo
no está ni empezado.
En "Machistófeles"
desarrollo, dentro de la ‘deconstrucción’
que hago del universo de la
diferencia, el gran problema
de hoy, que es que los mecanismos
de represión del poder
y la discriminación se
han vuelto cada vez más
sofisticados.
¿Cómo
consigue entender a las mujeres?
Porque no
soy femenina, soy feminista.
Ser femenina se entiende como
ser dulce, sumisa, eternamente
joven. Pero ser feminista es
tener la mente abierta. Es lógico
que sea feminista porque soy,
como cualquiera, hijo de una
madre. Esto lo reflejo en mi
novela, que es un homenaje y
un grito de reprobación
a la sociedad por cómo
se ha tratado durante milenios
a las madres, a las que se ha
obligado a sacrificar su desarrollo
como personas.
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¿A
quién dirige sus novelas?
A todo el
mundo. No me interesan los guetos
ni físicos ni mentales,
aunque mi mejor público
son las mujeres inteligentes.
De hecho, las grandes lectoras
de este país son mujeres.
Este libro
forma parte de "La trilogía
de la huida". ¿Por
qué se plantea una trilogía?
Para tratar
los géneros. En la primera
novela, "Escuela de glamour",
el protagonista era un hombre
homosexual; en "Machsitófeles"
es una mujer homosexual, y en
la tercera, "aStoRYa",
será un transexual. Quiero
tratar lo absurdo, porque si
lees los libros te das cuenta
de que los humanos tenemos mucho
más en común que
de diferencia.
Vive temporadas
en Nueva York, ¿cuál
es la actitud de esa sociedad
hacia las "drag queens"?
Allí,
el movimiento "drag"
tiene mucha historia. Allí
me considero "drag",
aquí ya no lo soy. Pero
el aliciente de Nueva York es
que sea multicultural y pagana,
como yo lo soy. Tampoco hay
nacionalidades, y yo no las
acepto. Siempre digo que soy
de "Uterolandia",
del vientre de mi madre. He
vivido en casi todas partes,
hablo cuatro idiomas y no me
encasillo.
¿Pesa
la responsabilidad de ser el
precursor del barrio de Chueca?
Muchísimo,
sobre todo ahora que me separo
de ese movimiento y que ellos
mismos me rechazan. La comunidad
gay en España se ha convertido
en algo que detesto, en algo
de derechas, que aboga por la
burguesía y por un esquema
heterosexista. Intentan reproducir
lo que se suponía que
deberíamos haber roto
hace tiempo, el papel masculino,
el femenino. Lo paso mal, pero
tengo fuerzas para rebelarme
a todo.
¿Qué
le ha animado a no maquillarse
hoy?
Cambiar prejuicios.
Hoy no me he maquillado ni
vestido porque mucha gente cree
que sólo soy Shangay
Lily si me visto, y no es así,
soy Shangay las 24 horas del
día. Por eso quiero desconcertar
y que la gente se plantee que
para conocer a alguien hay que
pasar algo más que un
rato con ella.
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