SABADO, 28 DE MAYO DE 2005

M2 / FIN DE SEMANA

 

A SACO. Shangay Lily ha tenido una compleja trayectoria artística, mediática y literaria / El escritor Enrique Hinojosa aceptó de buen grado anularse para que sólo brillara la estrella

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FEMINISMO Y MELANCOLÍA


Leopoldo Alas

La inclasificable Shangay Lily, nuestra primera drag queen (recuerdo el desconcierto que provocó su aparición en público, cuando todavía no estábamos familiarizados con ese concepto de transformista que venía de EEUU y dejaba obsoleto al travesti patrio de toda la vida), ha tenido una compleja trayectoria artística, mediática y literaria. Fundó la primera fiesta temática para gays que hubo en Madrid, el Shangay Tea Dance, y dio nombre a la primera revista gratuita para homosexuales (hoy, una de las cabeceras estrella de la prensa gay), el Shangay Express, que dirige Alfonso Llopart.

La televisión nos familiarizó con su presencia extrañamente andrógina, demasiado masculina para ser femenina y viceversa, con su insólita estatura, sus turbantes y su manera de hablar como con acento extranjero de no se sabe dónde. Manuel Gómez Pereira la inmortalizó en su comedia Boca a boca, y no tardó en convertirse en el fetiche de toda fiesta y acto social o cultural que se preciara de ser moderno. Entre tanto, el escritor malagueño que se oculta tras semejante máscara, Enrique Hinojosa, acepto anularse de buen grado para que sólo brillara la estrella, no sin antes prestar a su alter ego su parte de talento para que ella alumbrara por ambos cuatro libros hasta la fecha, las novelas Machistófeles y Escuela de glamour, y lo ensayos Mari ¿me pasas el poppers? y Hombres... y otros animales de compañía.

Habrá más seguro, porque la vocación literaria de Shangay Lily es genuina. No en vano dirigió y presentó durante dos temporadas su propio programa literario, el Shangay Café, en el canal de televisión Onda 6 del grupo Vocento, por el que desfilaron primeros escritores, desde Susan Sontag a Jesús Ferrero, pasando por su amiga Lucía Etxebarría y tantos otros y otras que no citaré para evitar imperdonables olvidos.

Su teatro también es literario. Hace cinco años pudimos comprobarlo cuando interpretó sus Monólogos feministas para una Diva. Luego vino la adaptación que hizo para las tablas de su primer ensayo. Y esta semana ha estrenado en la sala Triángulo (calle de Zurita, 20; hasta el 19 de junio) Uterolandia, una obra nítidamente feminista en la que pone voz a óvulos, espermatozoides, cigotos, aminoácidos colocados, díscolas feromonas, hormonas orgiásticas, oxitocinas corporativas o una pomposa Ribonucleasa H que habla como Naty Mistral. En el bufé amniótico canta cinco bolerazos con arreglos electrónicos que son una joya. Una comedia inteligente en la que se filtran aspectos personales de la propia Shangay que la llenan de melancolía.